Francisco de Quevedo, Desde la Torre
Encontré este soneto de Quevedo inesperadamente, en una traducción al Rumano. Fue esta mañana, yo estaba tomando un café, mientras navega por un libro que acababa de comprar. La belleza de los versos me dejó sin palabras. Estaba leyendo las líneas una y otra vez, como si no podía creer que fuera cierto. He olvidado el café sin terminar, tomé el libro conmigo, fui a un pequeño jardín cercano, y la abrí de nuevo a la página con el soneto. Llamé a un amigo y le leí los versos.
În tihna de pustiuri prea întinse,
Retras cu docte cărţi, deşi puţine,
Vorbind cu morţii stau, iar ei cu mine,
Cu ochii ascult fiinţe de mult stinse
Deschise-ntruna, chiar de-s necuprinse
De mintea-mi, mă îndeamnă tot la bine,
Şi-n muzicale contrapuncte line
Visului vieţii îi vorbesc ne-nvinse.
Mari suflete, ce-ascunse sunt în moarte,
Le-a răzbunat pe-a anilor uitare
Litera tipărită, Don Joseph, în carte.
Se duce clipa-n zbor, neiertătoare,
Dar cel ce-nvăţătura-i ne-o împarte
Ştie mai bine timpul să-l măsoare.
Retras cu docte cărţi, deşi puţine,
Vorbind cu morţii stau, iar ei cu mine,
Cu ochii ascult fiinţe de mult stinse
Deschise-ntruna, chiar de-s necuprinse
De mintea-mi, mă îndeamnă tot la bine,
Şi-n muzicale contrapuncte line
Visului vieţii îi vorbesc ne-nvinse.
Mari suflete, ce-ascunse sunt în moarte,
Le-a răzbunat pe-a anilor uitare
Litera tipărită, Don Joseph, în carte.
Se duce clipa-n zbor, neiertătoare,
Dar cel ce-nvăţătura-i ne-o împarte
Ştie mai bine timpul să-l măsoare.
Yo quería mal a encontrar el original español. Me tomó un tiempo (en realidad un largo tiempo), hasta que lo logré. Aquí está, amigos:
Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.
Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.
Las grandes almas que la muerte ausenta,
de injurias de los años, vengadora,
libra, ¡oh, gran don Iosef!, docta la emprenta.
En fuga irrevocable hoye la hora;
pero aquélla el mejor cálculo cuenta
que en la lección y estudios nos mejora.
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.
Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.
Las grandes almas que la muerte ausenta,
de injurias de los años, vengadora,
libra, ¡oh, gran don Iosef!, docta la emprenta.
En fuga irrevocable hoye la hora;
pero aquélla el mejor cálculo cuenta
que en la lección y estudios nos mejora.
(Quevedo)
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